Tebaida leonesa
La llamada Tebaida leonesa o Tebaida berciana es una ruta que transcurre por las localidades de Peñalba de Santiago (ver Conjunto etnológico de Peñalba de Santiago), Herrería de Montes y Montes de Valdueza. Fue declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Paisaje Pintoresco en el año 1.969.
A lo largo del recorrido, además de poder admirar el incomparable marco natural que ofrece el Valle del Silencio, se pueden contemplar numerosos monasterios como el Monasterio de San Pedro de Montes o la Iglesia de Santiago de Peñalba y otros elementos de arquitectura religiosa, ya que esta zona estuvo poblada en su mayoría por monjes que venían en busca de paz, un lugar lejos del mundo donde se establecieron.
La llamada Tebaida Leonesa es una zona privilegiada de la comarca del Bierzo tanto por su belleza natural como por sus valores históricos y artísticos. Enclavada en el Ayuntamiento de San Esteban de Valdueza, en la cuenca del río Oza, abarca los términos de las Entidades Menores de San Pedro de Montes y Santiago de Peñalba. Los picos de la Peña del Águila, Fuentefría, El Collado, La Guiana, El Tesón, La Portillina, Alto de las Bardianas, Silla de la Yegua, el Corón y Anubleras forman el recinto, natural en que se asentaron desde tiempos remotos la historia y el arte. En estos lugares levantaron los primeros astures uno de sus castros. En el Valle del Silencio, de una impresionante grandeza, creó San Fructuoso en el siglo VII un núcleo cultural al que acudieron anacoretas de los centros donde más brillante y esplendoroso era el saber visigótico isidoriano: la Bética, Toledo, Mérida... Fundó el santo leonés Compludo o Cómpluto, rodeado por otros santuarios o cenobios, repartidos por la región. Más tarde llegó allí San Valerio, el recio escritor visigodo, qué restauró ruinas y edificó capillas, y luego San Genadio, el Obispo astorgano, fundador de una comunidad que vivió floreciente hasta la exclaustración del siglo pasado. Fruto de todo ello es el templo románico de San Pedro, del siglo XIII, y el de Santiago, del año novecientos trece, ejemplar mozárabe que ha llegado intacto hasta nuestros días y que constituye una de las joyas más valiosas del tesoro artístico español. La paz y el sosiego de estos valles angostos, cubiertos de árboles seculares y de evocadoras ruinas de los monasterios del medievo, hacen de este lugar un singular paraje de tradición y arte que debe ser conservado en su primitiva belleza, preservándole, mediante la pertinente declaración, de oportunistas alteraciones que pudieran perjudicarle.
El nombre Tebaida proviene de la comparación con la zona geográfica del Alto Egipto donde, junto con Siria y Capadocia, surgió la tradición cenobítica oriental, y fue descrito por el Padre Flórez en su obra España Sagrada en la que, refiriéndose a El Bierzo dice textualmente: Ninguno mejor puede competir con la Tebayda y con los más Santos Desiertos de Palestina. La multitud de Santuarios la santidad de Eremitorios, los muchos Anacoretas, los Monges que sobresalieron en victorias del mundo, solo podrá contarlos el que sabe las estrellas del Cielo.
En el siglo IV, Pablo de Tebas buscaba retiro espiritual en el desierto de La Tebaida, en Egipto. Siguiendo su ejemplo por todo el orbe cristiano, sus discípulos buscarían lugares remotos e inhóspitos donde liberar el espíritu y entregarlo a la divinidad, convirtiéndose en los primeros eremitas (que en griego significaba «hombres del desierto»). Y El Bierzo leonés, al igual que otras zonas del noroeste (como la Ribeira Sacra en Galicia) sería hogar de muchos de ellos.
A veces el eremita practicaba la ascesis, una práctica de formas muy diversas que en algunos casos llegaba a escandalizar a la propia iglesia por la dureza de sus métodos, de los cuales la abstención de ingerir alimentos o privación del sueño por largos periodos podían ser los más livianos. Se daban votos de castidad y de silencio en algunos casos, pero menos conocido era el voto de tinieblas, en el que el eremita se condenaba a sí mismo, voluntariamente, a un emparedamiento en vida. En palabras de Mircea Eliade, se trataba de macerar la carne, disolver los estados de conciencia alimentados por el bienestar corporal para despertar en una conciencia superior. Este despertar, inquietaba a la Iglesia oficial, que no siempre aprobaba las prácticas ascéticas. En algunos casos, la vida del ermitaño era tan dura que necesitaban la ayuda de discípulos.
En los montes de León, el fenómeno eremítico es uno de los enigmas religiosos más inexplicables de la historia y cultura medievales. A partir del siglo VII y hasta la invasión musulmana, los ermitaños fueron llegando a estos lugares de modo masivo, poseídos por una fiebre mística colectiva, sólo comparable con la que sufrió la Tebaida egipcia dos siglos antes. El asunto llegó a preocupar a reyes como Ramiro II de León. ¿Qué era lo que tanto les atraía, que llegaban a cientos? El caso de esta zona es muy significativo: algunos historiadores hablan de hasta 37 monasterios sólo en el Bierzo, y eso sin contar con las innnumerables cuevas, ermitas o refugios improvisados que inundarían toda la zona y cuyos restos son aún visibles. A esto se debía el nombre de Tebaida Berciana.
Uno de los primeros eremitas en llegar a la zona fue San Fructuoso (S. VII), noble de origen visigodo que llegó en busca del contacto con Dios pero que, al igual que muchos otros, no se dedicaría únicamente a orar y a meditar: fue un monje constructor al que algunos investigadores atribuyen conocimientos herméticos y que erigió, entre otros, el Monasterio de San Pedro de Montes, que veremos más abajo. Pero su fama y trascendencia serían superadas por su sucesor, San Genadio.
Fotografías de Tebaida leonesa
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